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  • ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS

"Una función para olvidar"


El veterano actor y director mallorquín Martín G. Ramis tiende un puente entre teatro y cine en un drama en el que se desgranan en torno a un grupo de intérpretes las pequeñas miserias y pasiones humanas. Una película de estirpe independiente y presupuesto muy ajustado en el que, en un reparto muy coral, destaca la presencia de Fernando Esteso, con un papel muy alejado de los que todos conocemos.

Una compañía de teatro de Mallorca se instala en un hotel para ensayar una obra a 39 días del estreno. La dueña de la compañía y actriz principal, Cristina Higo (Maria Castillo), impone sus criterios al resto de los intérpretes y a Felip (Xisco Ródenas), el director de la obra, un hombre muy desencantado de todo. Según van pasando los días, salen a relucir diferencias que parecen irreconciliables entre los miembros de la compañía, haciendo peligrar el estreno.

María Castillo ha actuado en piezas como Las cenizas y los farolillos y Blue mountain. “Su papel es el de una diva que contagia sus neuras y manías a toda la compañía”, afirma el realizador Ramis. No mejor parado resulta el papel que encarna Xisco Ródenas, en series como Un golpe de suerte o la tv movie Cecilia y el Ecce Homo. “Xisco hace de un director que se limita a copiar los éxitos de la escena londinense y a adaptarlos en España sin la menor originalidad”, comenta el cineasta. Tanto Castillo como Ródenas han colaborado en otros filmes de Ramis.

En otros papales nos encontramos a Beatriz Barón (Cuca, una actriz con muchas dificultades económicas), que colaboró en Nos veremos en el infierno, de Martín Garrido Barón, hijo de la intérprete y el director Garrido Ramis; el argentino Esteban Balbi (Leo, actor principal de la obra), intervino en la serie Olmos y Robles; Tomeu Torres (Troski, la conciencia social del grupo), en obras como Ara k pots; o la colaboración especial de Fernando Esteso, el cómico aragonés que se hizo famoso con las cintas que protagonizó en los años 80 junto a Andrés Pajares. “Conocí a Fernando en una fiesta en Madrid y le propuse intervenir en la película, a lo que no puso ninguna objeción. Su papel es dramático, pero sabía que lo haría muy bien porque cualquier cómico de fuste, como es su caso, es también un gran trágico”, resalta el director G. Ramis.

La problemática de los intérpretes

“Una función para olvidar se basa en un hecho real. En 2000, participé como actor en el montaje de Sola en la oscuridad, que en cine protagonizó Audrey Hepburn. Estrenamos en el Teatro Real Cinema de Madrid y hubo muchos problemas entre los intérpretes y el director. Así que decidí escribir una obra de teatro sobre esos líos que surgen en una compañía, que ahora he decidido convertir en película”, explica el director Martín Ramis, cuya primera cinta data de 1980, ¡Qué puñetera familia!, el primer filme mallorquín de la historia con distribución comercial. Después fueron llegando El último penalty, Mordiendo la vida, Simpáticos degenerados, Héroes de cartón, El hijo bastardo de Dios y Turbulencia Zombi.

“Siempre he tratado de hacer el cine que me interesa, sin grandes presupuestos pero creo que con dignidad”, aduce Ramis, que ha actuado en películas de Eloy de la Iglesia (El sacerdote), José Antonio de la Loma (Perras callejeras), Sebastián D’Arbó (Acosada) o Pedro Masó (Hermana, pero ¿qué has hecho?). “Lo que me motivaba de Una función para olvidar era exponer en pantalla los problemas y las vicisitudes de actores que viven y trabajan alejados de los focos de Madrid y Barcelona. Algunos de los personajes intentaron hacerse un hueco en esas dos grandes ciudades, pero no lo consiguieron; mientras que otros prefirieron no aventurarse”, señala el cineasta, que asimismo es autor de las piezas teatrales Un féretro para Arturo, Definidos e indefinidos y Al final y al principio del camino. Esta noche hay que matar a Franco.

Una función para olvidar es un meritorio filme donde se nota el oficio de Martín G. Ramis dirigiendo a intérpretes excelentes aunque poco conocidos para el gran público. A excepción, claro está, del gran Fernando Esteso, que logra convencernos de sus dotes para los personajes dramáticos, como ya demostrara en la aún reciente Incierta gloria, de Agustí Villaronga.

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